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[Dulce_flor_de_cerezo]

Oro. ¿Era en verdad oro eso que veía ante sus ojos? Colón miró a diestro y siniestro, ante la horrorizada mirada de las desnudas montañas negras.
- Comodoro Pierrenson, acérquese. Usted, Lord Tyler, traiga las herramientas. Yo me quedaré con estas alimañas desquiciadas.
- Capitán, no creo que sea buena idea -balbució el Teniente.
Pero no quiso hacer caso. Le cegaba el poder. Y así fue como la ambición y la codicia del Capitán condenaron a todo el navío a cien años de maldición.

[Alcaman]

¡Maldición! - gritó el viejo mecánico a los cielos, dejando caer con brutal hastío la máquina hidráulica con la cual tras veinte horas de desesperado trabajo daba por extinguida la posibilidad de unir los dos tubos que debían permitir el paso del gas desde la refinería hasta la entrada a la ciudad, los cuales se habían separado al ceder el terreno tras el último terremoto.
La noticia recorrió la zona como la peste ya que era el único medio de calefacción que podía asegurar la supervivencia de esta pequeña ciudad de más de diez mil personas ante el crudo invierno que ya había comenzado.